sábado, 18 de enero de 2014

A papá...


¿Recuerdas aquel olor a migas recién hechas por la mañana al despertar? Yo sí. Lo recuerdo muy bien, el despertar en casa contigo… Con olor a migas y café, con la música del Requiem de Mozart o del Boss un domingo por la mañana, a un volumen tan fuerte que nos despertaba. A veces nos enfadábamos, pero en el fondo era un bonito despertar. Siempre la música...

¿Te acuerdas? Supongo que sí. Tan sólo tenemos que cerrar los ojos y rescatar aquel recuerdo. ¿Verdad que es precioso?


El caso es que hoy he vuelto a soñar contigo. Caminábamos por la fuente del crespo, yo de vez en cuando me paraba a coger algo del suelo para examinarlo con atención, como hacen los científicos. Habíamos dejado el coche junto a aquella casa vieja, y ahora preparabas tomates con sal para merendar, mientras casi anochecía en la montaña. ¿Verdad que pasábamos buenos veranos? Sí… éramos felices, pero no de cualquier manera, era esa felicidad infantil que ahora cuesta describir. Supongo que estoy segura, porque cuando pienso en aquellos momentos, siempre suelo sonreír.

Recuerdo un tiempo en el que desapareciste durante unos años, en los que unos bloques de hormigón nos separaban de ti. Entonces sólo teníamos un atisbo de tu aroma o de tus besos una vez al mes, cuando menos. Y la gente nos decía: qué suerte tenéis por tener un padre tan fuerte y tan valiente. Y sentíamos que era así… Por suerte poco después volviste a casa y te recibimos con la mejor de nuestras sonrisas, miles de regalos y mucha, mucha ilusión.

A veces la gente dice que eres serio. Muy inteligente. Y que tienes un sentido del humor muy gracioso. Que eres muy especial. Yo siempre sonrío y me digo: “si supieran…”

¿He hablado ya de tus ojos? Ojos color miel, color avellana, un poco como los colores del otoño. Pero no es tanto el color como las expresiones de tus ojos, es decir, esas palabras visuales que aunque a veces no dices, yo sé. Podría hacer un álbum con estas cosas, siempre hablándote de lo que ha pasado. Veremos a ver qué sale…

Me entretengo mirando lo bien que ha quedado. Agradeciendo tu generosidad, tu saber hacer, tu reinventarte a cada momento, tu no dejar de aprender, tu responsabilidad a veces exagerada pero necesaria a la vez...

Me acuerdo y sonrío. Ahora me doy cuenta de todo lo que ha pasado. De lo que queda por pasar, porque ahora viene lo mejor. Ahora, te has ganado disfrutar de la vida. No te queda otra. VIVIR…

Gracias, papá.

1 comentario:

  1. no sabia k habias publicado esto en tu blog...cada vez k lo leo lloro, como papi k dice mami k cada vez k lo lee llora...vaya familia de llorones!!

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