miércoles, 5 de agosto de 2009

Conociendo el mundo a fondo. Entre Francia y La Selva Negra.


Este es un viaje a la naturaleza, a las ciudades y pueblos auténticos con casas de colores, llenas de flores y con entramado de madera.

Cinco personas, una caravana, ganas de aventura y muchas ilusiones…

Ilusión por disfrutar a tope de sensaciones, compartir buenos momentos y conocer otro bello rincón de nuestro planeta, la región alemana de Baden-Wutemberg y parte de Alsacia y Lorena, en Francia.

Con todos esos ingredientes y haciendo un pequeño resumen para no cansar al personal, recordaré lo que hemos podido vivir… asistir a un concierto de Shostakovich en la Iglesia de Saint-Matthieu en Colmar fue para mí un regalo, interpretado por la orquesta filarmónica de Rusia dirigida por Vladimir Spivakov, donde además se tocaron otras piezas y donde pudimos apreciar la magistral interpretación de un buen pianista llamado Alexander Ghindin, cuyas manos tenían voluntad propia y se movían solas.

Entre otras muchas cosas también hemos podido disfrutar de la famosa cerveza alemana, cada jarra individual de medio litro pero tan suave que no se te “subía” nunca. Por supuesto acompañada de salchichas de todo tipo, tamaño, color, sabrosas en cualquiera de sus variantes.
Paseamos por las calles de ciudades y pueblos con encanto, como Colmar, Eguisheim, Rottweil, Friburgo, Tübingen, Ribeauville, Riquewir… todos ellos con sus callejuelas peatonales de postal y sus mercadillos en la plaza de la iglesia. Fantástico.



Descubrimos la naturaleza en entornos privilegiados como La Roche du Diable, los lagos blanco y negro en los Vosgos y las cascadas de Triberg, el pueblo de los relojes de cuco.
Conocimos más sobre la primera guerra mundial a través de un cementerio, un museo y un campo de batalla que conserva trincheras alemanas y francesas. Un lugar llamado Le Linge, testigo de aquellos trágicos años de locura humana.

Visitamos un castillo auténtico del siglo XII, totalmente restaurado para saber más acerca de cómo era la vida en la Edad Media. El Chateau de Haut-Koenigsbourg, muy interesante.

Pudimos contemplar el nacimiento del Danubio en Donaueschingen… para algunos el origen está en la fuente, para otros nace de la confluencia de dos pequeños ríos que se juntan allí.

Caminamos por los alrededores del Lago Constanza al atardecer, y degustamos las ricas truchas del lago en un restaurante donde nos atendió una simpática camarera de Granada, en Lindau…

Vivimos una de las mayores tormentas que recordaremos siempre, una noche en un camping alemán, llena de relámpagos, rayos y truenos que te ponían los pelos de punta…

Seguimos las huellas de Herman Hesse recorriendo Calw, el bonito pueblo donde nació…

Revivimos la Edad Media también a través de abadías cistercienses, como Maulbronn o las ruinas del monasterio de Hirsau, cuyos muros albergan tantos años de historia…

Volvimos a la niñez en los jardines de cuentos de hadas del palacio de Ludwisburg (el Versalles alemán), llenos de personajes de cuentos infantiles y fantasía…

Admiramos con asombro la fachada de la catedral de Estrasburgo y toda la ciudad, paseando por sus agradables calles, degustando las flamenkuchen o tarte flambé (parecidas a las pizzas de aquí) y sus cervezas artesanales tan ricas, haciéndonos fotos frente a la sede del Parlamento Europeo…

Conocimos otro idioma que al fin y al cabo no suena tan mal, otras costumbres, otra forma de ver el mundo, de educar a los niños, de cuidar nuestro planeta, de respetar a los demás. Reciclando, usando la bicicleta tanto o más que el coche…

Terminamos con una botella de champán el último día brindando por todos los momentos vividos juntos…

Un viaje para recordar.



CRISTINA FERNÁNDEZ