lunes, 9 de noviembre de 2015

Cementerio de San Isidro

Dicen que cuando dejan de soñar contigo despareces.



Porque no eres más que una figura que habita en la imaginación de quien te crea.

No sé si habremos desaparecido ya de aquella calle medio desierta donde nos encontramos,
en la puerta de un cementerio...
No sé si quedará alguna huella de ti y de mí que aún no se halla borrado,
del olor de nuestros cuerpos o del eco de tu risa en la parte de atrás del coche,
mientras me decías tonterías que solo tú y yo podíamos entender...

Esas tonterías que dan vértigo,
que hacen que un hueco vacío se instale en tu estómago antes de irte
porque no sabes si desparecerás...

jueves, 15 de octubre de 2015

La niña roja





Erase una vez una casa blanca, muy blanca, tan blanca como la nieve brillante bajo el sol de invierno.
Allí vivía una niña roja, muy roja, tan roja como las piruletas de corazón, como la sangre, como el carmín purpúreo, como los labios de su madre.
Cada mañana al salir de la cama, la niña dejaba manchas por toda la casa. Y ni que decir tiene lo que ocurría cuando salía de casa… Estropeaba todo lo que tocaba, teñía las cosas a su paso y siempre se sentía diferente.
Pero al volver, la casa blanca, tan blanca como la nieve, había conseguido borrar las huellas que la niña había dejado durante el día.
De este modo la niña roja se levantaba cada amanecer en un mundo nuevo, un mundo por estrenar.
Sin embargo, solo conseguía ensuciarlo una y otra vez en cuanto se movía, caminaba o abría una puerta…
Era muy aburrido tener que estar siempre pendiente de lo que una hace para no estropear tanta pureza.
Así que un día la niña roja decidió que era mejor no moverse de la cama por las mañanas. De este modo, al menos, no tendría que preocuparse más…
Y desapareció.




A  V.