jueves, 5 de julio de 2012

Cuando llega esa magia...


Uno aprende que los adultos no siempre tienen razón aunque nos empeñemos…

Uno aprende a llorar.
Llorar,  reír, sentir de otra manera y compartir todo eso día tras día…

Uno aprende a descubrir a esa personita que los niños llevan dentro, que tiene tanto que dar y que decir. Y que muchas veces no se muestra porque se siente limitada...

De pronto parecen tan entusiasmados, desde el primero hasta el último, con tanto interés, redactando de forma tan hermosa sus pensamientos…

He aprendido a mirarme, a ser a través de ellos.
Me han ayudado a comprender que al final, cómo yo trato a los demás es inevitablemente la proyección de cómo yo me relaciono conmigo misma. Es decir, yo no puedo verles de modo distinto a cómo me veo a mí misma. Yo no puedo sentir en relación con ellos de modo distinto a como me siento en relación conmigo misma. Yo no puedo entenderles de forma distinta a como me entiendo a mí misma. Y me han enseñado a ir descubriendo lo que soy, todo lo que percibo en ellos es un aspecto de mí misma. Todos siempre me muestran algo y todo eso siempre me completa…

Y uno aprende, por fin, a confiar DE VERDAD en los niños. A un pequeño no le puedo decir que es posible volar hasta tocar el cielo y que va a conseguir lo que se proponga si en realidad yo no me lo creo.

Pero cuando me lo creo… entonces de alguna manera esa confianza él la sentirá y es en ese momento cuando se produce la magia, y él te da y te da…