martes, 23 de febrero de 2010

Dragones, princesas y monstruos




Hoy llegué temprano al colegio.


En el aula, sentado en su pupitre me esperaba Indiana Jones, armado con su látigo y su sombrero dispuesto a rescatarme de los terribles monstruos que acechaban detrás del armario de los libros de matemáticas. Esta mañana no salió el sol. Nevaba. Sin embargo allí había dos astros relucientes y el mar estaba plagado de criaturas extrañas que asomaban sus cabezas entre las aguas... La erupción de un volcán nos expulsó al pasillo de primaria.



Cuando trataba de escapar de aquel caos me encontré a una princesa, pequeña, muy pequeña. Se había perdido y no encontraba la clase de 1A. Traté de ayudarla cuando, un inesperado ciclón nos arrastró a la ciudad Esmeralda.


Una bruja buena nos regaló unas gafas de papel celofán para que el mago de Oz no nos hiciese daño al mirarnos a los ojos, tenía unos ojos preciosos que brillaban tras sus pequeñas gafitas.



Más tarde, en el recreo vino a visitarnos el Rey de papel. También era muy pequeñito, y tenía muy mala pata, siempre se rompía o se mojaba y no servía entonces para nada. Pero no nos importó, era tan bello...



Le ayudamos. A él, a los peces de colores que lloraban porque no encontraban a su mamá en el rincón de los juegos. A Cenicienta, que no buscaba un príncipe sino un buen chico al que amar, al zapatero que en lugar de dejarse ayudar por los duendes nos dio una lección de humildad, a los pequeños piratas con sus patitas de palo de caramelo, a tantos personajes llenos de ilusiones que poblaron los pasillos del colegio llenando estos días de cuentos fantásticos e historias interminables.



Cuando tocó el timbre la magia terminó, pero nos dejó tantas y tantas emociones que esta noche dormiremos como niños y no dejaremos de soñar con princesas y dragones...



A mis niños. Porque cada día me ayudan a sonreír, a creer en ellos y a ser un poquito más chiquitita, como hace 20 o 30 años.


Porque son lo mejor y más puro que tenemos en este planeta.


Y a todos los que como yo, les dedicamos cada día...

lunes, 1 de febrero de 2010

Frecuencia modulada. Nunca para

Una vez más la música. Llenando la noche y su ausencia. Una vez más en las afueras de mi ciudad escucho una perfecta banda sonora. El jazz. El vuelo sin paracaídas se convierte en un horizonte ajeno, una reseña vacía de la cotidianeidad. Bebo el último trago y dejo el vaso en el suelo. Bienestar.

Jueves. 16:25. Mantengo la mirada fija en el papel, a la espera. La otra noche hubo un tiroteo en el centro y descubrí que casi nadie tiene madera de héroe, que todas las pelis y los libros no sirven de mucho ante el sonido de un cargador vaciándose. Hay que tenerlos bien puestos para no abandonar el barco a las primeras de cambio, para no gritar y salir corriendo, para quedarse allí. Y no aparece supermán por ningún lado. Cobardías.

Viernes. 15:10. Irremediablemente nos hemos vendido al peor postor: nosotros mismos. Siento vértigo.... Vértigo.

15:20. Pero qué coño (perdón). Un piano, él me ayuda. Siempre lo hace. Me siento y toco alguna vieja canción que casi no recuerdo. Sólo faltan el contrabajo y la batería. Esto es, Dios en estado puro. Música.

17:05. Vuelvo pero no tengo otra letra para este tango. Silencio. Alguien corta el césped y el olor de la hierba fresca me trae recuerdos de la infancia, un olor veraniego de agua y jazmín en aquel patio. Nostalgia.

Lunes. 10:20. Pasan los días. Todas las mañanas hay que cumplir con el horario laboral ¿es preciso?. Desidia.

No llueve. Desde mi casa no se puede ver el mar, pero también es bonito contemplar los tejados y el valle. Pasa un perro cerca, no deja de ladrar. Ha estado así toda la noche. No me deja dormir.


Domingo. 12:10. Repican las campanas en el pueblo. Y sabe a gloria esta cerveza bien fría. Dije que eran bonitos los tejados y el valle. Pues no, lo bonito está escondido en mi cabeza y en los rincones de mi alma. Deseo irreal.

13:45. Los mismos miedos están aquí. No pasa el tiempo para ellos aunque sí para mí. Y me refugio en la voz de Aute. Me encanta esta canción. Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo. Ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada... La belleza.

Otro lunes. 11:13. Ayer me acosté tarde. Apuro el último sorbo de café, los altavoces dicen que Sabina vive en el número siete. La mañana viene con restos de bolero y una aspirina. Mucha luz.