¿Recuerdas aquel olor a migas recién hechas por la mañana al despertar? Yo sí. Lo recuerdo muy bien, el despertar en casa contigo… Con olor a migas y café, con la música del Requiem de Mozart o del Boss un domingo por la mañana, a un volumen tan fuerte que nos despertaba. A veces nos enfadábamos, pero en el fondo era un bonito despertar. Siempre la música...
¿Te acuerdas? Supongo que sí. Tan sólo tenemos que cerrar
los ojos y rescatar aquel recuerdo. ¿Verdad que es precioso?
El caso es que hoy he vuelto a soñar contigo. Caminábamos
por la fuente del crespo, yo de vez en cuando me paraba a coger algo del suelo
para examinarlo con atención, como hacen los científicos. Habíamos dejado el
coche junto a aquella casa vieja, y ahora preparabas tomates con sal para
merendar, mientras casi anochecía en la montaña. ¿Verdad que pasábamos buenos
veranos? Sí… éramos felices, pero no de cualquier manera, era esa felicidad
infantil que ahora cuesta describir. Supongo que estoy segura, porque cuando
pienso en aquellos momentos, siempre suelo sonreír.
Recuerdo un tiempo en el que desapareciste durante unos
años, en los que unos bloques de hormigón nos separaban de ti. Entonces sólo
teníamos un atisbo de tu aroma o de tus besos una vez al mes, cuando menos. Y
la gente nos decía: qué suerte tenéis por tener un padre tan fuerte y tan
valiente. Y sentíamos que era así… Por suerte poco después volviste a casa y te
recibimos con la mejor de nuestras sonrisas, miles de regalos y mucha, mucha
ilusión.
A veces la gente dice que eres serio. Muy inteligente. Y que
tienes un sentido del humor muy gracioso. Que eres muy especial. Yo siempre
sonrío y me digo: “si supieran…”
¿He hablado ya de tus ojos? Ojos color miel, color avellana, un poco como los colores del otoño. Pero no es tanto el color como las expresiones de
tus ojos, es decir, esas palabras visuales que aunque a veces no dices, yo sé.
Podría hacer un álbum con estas cosas, siempre hablándote de lo que ha pasado.
Veremos a ver qué sale…
Me entretengo mirando lo bien que ha quedado. Agradeciendo
tu generosidad, tu saber hacer, tu reinventarte a cada momento, tu no dejar de aprender, tu
responsabilidad a veces exagerada pero necesaria a la vez...
Me acuerdo y sonrío. Ahora me doy cuenta de todo lo que ha
pasado. De lo que queda por pasar, porque ahora viene lo mejor. Ahora, te has
ganado disfrutar de la vida. No te queda otra. VIVIR…
Gracias, papá.
no sabia k habias publicado esto en tu blog...cada vez k lo leo lloro, como papi k dice mami k cada vez k lo lee llora...vaya familia de llorones!!
ResponderEliminar