Después de un buen desayuno fuimos a ver las cuevas de Hato, donde hay unas formaciones naturales de estalagtitas y estalagmitas por donde moran unos cuantos murciélagos. El guía, que era un cachondo, nos dijo que igual no salíamos de allí como molestásemos un poco a esas pequeñas criaturas... je, je, realmente el tipo era para verlo.
Después de dar un paseo por la isla y visitar su parte más salvaje, con acantilados donde rompían las olas con mucha fuerza, nos llevaron a un sitio donde se podía degustar la sopa de iguana. Sí, habéis leído bien, allí hay iguanas por todas partes porque es una isla muy desértica donde hace mucho calor todo el año y hay mucho sol, te las puedes encontrar en la carretera o en la copa de un árbol. El sitio en cuestión estaba cerrado, aunque si os soy sincera yo no creo que la hubiese probado.
Por último pasamos el resto del día en una de las maravillosas playas que hay allí. Para qué contaros, mirad la foto y sobre todo (insisto) ese color que tiene el agua del mar...
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